TU
HABITACIÓN
A
veces no es bueno pensar. Sé que es necesario y
un obsequio que tenemos los humanos. La mayoría de las veces lo
utilizamos de manera correcta y racional, otras desperdiciamos ese don y lo
empleamos maliciosamente y algunas lo hacemos como animales. En el mejor
sentido de esa palabra. Siempre he deseado saber si piensan, y si es así, el
modo en que lo hacen y por qué. He llegado a la conclusión, que como seres irracionales
y sin estar dotados de la conciencia que se nos atribuye, son más nobles que
cualquiera que nosotros. Y finalmente está, el desear no pensar en nada.
Difícil tarea que estoy intentando llevar a cabo. No es fácil. Los días irremediablemente
me llevan a ti y me trasladan a tu habitación.
Mis
padres no salían de casa. No se
marchaban de viaje como los tuyos, ni visitaban a amigos, ni salían a lujosos
restaurantes. Y tu habitación se hizo mi hogar. Me contabas el lugar donde
estaban situados tus trofeos conseguidos en baloncesto y los pocos libros en la
estantería, abandonados, inundados de polvo, esperando una lectura que nunca
llegaría, tu póster de los Beatles y los que tenías escondidos de chicas con
poca ropa. No me gustaba eso, pero agradecí tu sinceridad. Eras un chico
curioso. Me había imaginado el color de los muebles, la posición de tu cama, la
colcha que la cubría y tu armario con tus camisetas ajustadas que me enloquecían.
Podía sentir su olor y ansiaba hacerlo realidad. Mis amigas me envidiaban. El
chico más guapo del instituto. Me decían que no era posible mejor estreno. Que
las voces corrían y murmuraban que se había enamorado. Yo caminaba por los pasillos
pavoneando mi éxito y mi amor. Era la primera vez que me enamoraba. Sabía de
sus síntomas por las películas, por internet y por mis amigas. Y realmente lo
estaba.
Recorrimos
días de halagos, momentos tiernos y besos escondidos en cualquier rincón que se
nos antojaba. Con el tiempo se acompañaron de caricias y mi piel se inundó de
sensaciones que ni las mejores descripciones que mis amigas me habían hecho,
superaban a la realidad que con cada encuentro sentía. Traspasaba mi ropa con
delicadeza y ansia y ahogaba su pasión en mis labios. Un día me habló de hacer
el amor y temblé al escucharle. Mi primer amor y mi primera vez.
Imaginaba
como sería y qué cambios se producirían en mi cuerpo. Algunas chicas que ya lo
había hecho contaban que era mágico y que después eras más mujer, que los
chicos te deseaban más y para el elegido la primera vez era el mejor regalo que
una chica podía ofrecer; otras relataban que era una espantosa experiencia, que
era un momento corto pero tremendamente doloroso y que ellos eran los únicos
que salían satisfechos. Yo preferí quedarme con la primera opinión. Cualquier
dolor lo supliría nuestro amor.
Los
días antes del momento, todas las compañeras me miraban con envidia y mis
amigas me saturaron con miles de consejos.
Ese
sábado tus padres se habían marchado con unos amigos. Estarían fuera hasta el
domingo y me habías insinuado que
nuestros besos se alargarían hasta entrada la noche y no deseabas dormir solo.
Me atrajo tu idea y la imagen de abrazarme a ti toda la noche, no me dejó
dormir la anterior.
Nos
habíamos citado a las 7 de la tarde. Unos refrescos y algo de picar para salvar
los nervios. Un vestido para evitar torpezas y el miedo y el deseo acompañándome
a tu habitación. Me desnudaste con besos y caricias y mi vergüenza de
encontrarnos sin ropa se calmó con tus abrazos. Tu cama cobijó nuestra pasión y
mi rubor al sentirte entrando en mí, se mezcló con gritos de placer y dolor. Ya éramos más
novios. No había pensado en un futuro. Me gustaba pensar en los días cercanos y
ser feliz en ellos. Pero un hormigueo me sacudía siempre que pensaba en nuestro
amor.
Volví
a tu habitación varias veces más. Las suficientes para sentirme más mujer. Sí.
Tal y como mis amigas predijeron. Así me consideraba. Más mujer sin ti. No pude
odiarte. Ni los cuchicheos de tus amigos sobre el tamaño de mis pechos ó mis
artes en tu cama, ni ella paseando de tu mano delante de mí, lo consiguieron.
Porque no era más guapa, ni tenía mejor cuerpo, ni la querías más. Solo era
otra.
*Autora: Marisa Garrido. Todos los derechos reservados
*Ilustraciones: Silvia Art’disoni.
*Las imágenes han sido cedidas única y exclusivamente para ilustrar esta Entrada,.
*Están protegidas por Ley de Propiedad Intelectual, quedando prohibida cualquier copia o
reproducción.
Suele suceder tal cual lo cuentas en tu escrito, el primer amor, la primera vez, el creer que es un amor para siempre y que apenas dura un suspiro.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho Marisa.
Es cierto. Lo importante es aprender de esa experiencia.
EliminarMuchas gracias Karyn por tus palabras y lectura. Es un honor que lo hagas.
Un fuerte abrazo,
Marisa