viernes, 5 de abril de 2013

CARICIAS Y PALABRAS... EL RINCÓN LITERARIO DE MARISA GARRIDO. "PAREDES".


         Buenas tardes, amigos y amigas BLOGUEROS. Tal y como os prometimos ayer en la entrevista a la escritora Marisa Garrido, hoy se estrena con nosotros en su sección semanal CARICIAS Y PALABRAS, un rincón más de este rincón cultural, donde todos los viernes nos sorprenderá con un hermoso relato. Y se estrena con PAREDES, un tierno y a la vez duro relato, cuya sipnosis, la propia autora nos ha resumido así: "Cuando el amor supera a la libertad"

                Su deseo y el nuestro por supuesto, es que os guste y sobre todo, que os hagáis fieles seguidores de esta magnífica escritora y del BLOG, naturalmente. Y ya sin más y para  tod@s vosotr@s y de la PLUMA de MARISA GARRIDO: PAREDES
¡DISFRUTAD DE LA LECTURA!



CARICIAS 
         Y 
PALABRAS

"EL RINCÓN LITERARIO DE 
MARISA GARRIDO"







PAREDES

¡Qué fácil y goloso! Manuel me lo había asegurado:
—Sandra, solo tienes que facturar tu equipaje y tu tripa de embarazada hará el resto.
Habíamos pensado instalarnos en Madrid. No en el centro, no. Manuel me había dicho que era caótico, demasiado ruido, demasiadas prisas para nosotros y nuestro bebé. El había pensado hacerlo en un barrio cercano, una vivienda pequeña, un parque cercano y mucho amor. Yo ardía por esos momentos y el miedo era nublado con las imágenes de felicidad que íbamos a vivir. Después del asunto pasaríamos unos días en Asunción, cogeríamos por separado un avión y dejaríamos para siempre Paraguay.
No llegamos a ir a mi país, no llegamos a salir de España. Mi abultada tripa y mi rostro cansado y andares torpes no hicieron que pasase desapercibida. Con una caricia en el brazo me invitaron a acompañarles. Busqué desesperada la figura de Manuel pero se había desvanecido entre la gente. No callé la verdad, no podía hacerlo. El polvo blanco en mis pertenencias era innegable, pero no le delaté. Por mi sola ya era culpable.
Me condenaron a 10 años e ingresé en una prisión para presas con hijos. Mi habitación era agradable, de color rosa y con adornos de ositos y princesas en las paredes. Tenía mi propia mesita de noche, mi armario y  mi espacio para colgar fotos y recuerdos. Pero no tenía ninguna de las dos cosas. Esperaba a que Victoria naciese para saturarnos de fotos los tres juntos y los recuerdos endulzaban mis pensamientos cada día. Así que mi lugar estaba vacío. Y mi vida parecía estarlo también. No quise hacer amigas y no hablaba demasiado, cumplía las órdenes, los horarios y comía lo indicado por mi salud y el bien de mi pequeña. En los ratos de ocio me tumbaba en mi cama y mimaba mi barriga, tenía largas charlas en mi mente con Victoria, le relataba momentos con su padre, risas, nuestro primer encuentro, nuestro primer beso y primera vez. Sabía que ella me escuchaba y que entendía mis palabras de adulta.
Y un día, entre dolores inundados en alegría, vi su carita. Y mi rincón empezó a llenarse de fotos, las funcionarias nos las hacían juntas, ella sola ó con ya muchas de mis amigas, Victoria con su primer baño, su primera sonrisa, sus primeros pasos y sus primeras palabras en mis recuerdos para siempre. Los días se llenaron de lloriqueos, juegos y sonrisas de bebés y me obligué a disfrutar de los momentos. Aprendí a querer a muchas de mis compañeras, a deleitarme con sus palabras y a divertirme con sus historias. Cada día de visitas sus nombres eran anunciados y de la mano de sus hijos les acompañaban a visitar a sus familias. Yo esperaba escuchar mi nombre y que Manuel me regalase las sonrisas perdidas, pero siempre me quedaba guardando la habitación a la espera del próximo día. Mis amigas no tenían halagos para él. Me desengañaban e incitaban a apartarle de mi mente pero siempre le protegía y guardaba en mi corazón su ternura. Manuel se habría alejado para resguardarse y no caer en las garras de otras paredes. Sabía que había sido su motivo y que volvería para conocer a Victoria y estar juntos de nuevo.

*Ilustración cedida por la pintora Silvia Art'Disoni

Pero los años pasaron entre pañales, guiños y abrazos y Victoria cumplió tres años. Me obligaron a levantarme ese día. No quería desprenderme de mi hija. Ella había sido mi sol y no soportaba la idea de respirar sin que estuviese a mi lado. Se alejó abrazada a un juguete y sonreía deseando llegar a la sala de juegos que le habían prometido. Yo resistía mis lágrimas y le lanzaba besos que tardarían en llegar a su mejilla.
Volvería a verla, con los minutos contados, un abrazo interminable y unos besos que aguantarían hasta la próxima visita.  Pero no sería testigo de sus siguientes palabras, sus descubrimientos, su vida… Y  lo haría en otro lugar, en otra prisión, donde mis soles se convirtieron en tormentas, donde las amigas no existían y las compañeras había que mantenerlas lejos.
Empezó a gustarme el silencio, tan solo hablaba cuando era necesario y cuando Victoria me visitaba con su cuidadora. Tenía siete años más en esas paredes grises y oscuras, llenas de lamentos y arrepentimiento. Esperaba ansiosa y paciente el momento de mi marcha, sería antes con suerte… y mi pequeña estaría a mi lado. Estaba sola en este país, pero a su lado todo sería posible.
Cada día me preguntaba si volvería a ser capaz de hacerlo. Y Manuel venía a mi vida, a mis recuerdos y mi amor por él.
Y me encontraba con la misma respuesta. Sí, volvería a hacerlo, siempre por él.

*Autora: Marisa Garrido
*Texto protegido por la Ley Intelectual, todos los derechos reservados. 
*Imágenes cedidas por las autoras exclusivamente para esta entrada, 
 quedando prohibido cualquier copia o reproducción. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario