Desde los orígenes de la humanidad, nunca ha
sido fácil la construcción y la evolución de los pueblos hacia un futuro mejor,
especialmente, si estos no conocen su historia en profundidad y, a día de hoy, en
pleno s. XXI, ese paradigma de ignorancia supina sobre el pasado de esa
humanidad, es decir, nosotros, está más de actualidad que nunca. Una afirmación
que no es mi verdad absoluta, sino una constante que vemos todos los días en
las portadas de los periódicos, en los noticiarios y tertulias de televisión y,
también, en las de las emisoras de radio, donde se opina con argumentos enfrentados, se narran y se ven las continuas
manifestaciones en las calles y en los campus universitarios de prácticamente
todo el mundo en defensa del pueblo palestino.
Por supuesto que estoy en contra de la guerra, de todas las guerras, y de la masacre que está teniendo lugar en aquellas tierras. Pero, también,
condeno enérgicamente, los terribles hechos que ocurrieron el 7 de octubre del
año pasado cuando el grupo terrorista Hamás lanzó un ataque sorpresa masivo en
el sur de Israel, concretamente, contra la población civil y, durante el cual, fueron
asesinadas 1200 personas: mujeres, niños, hombres, ancianos… entre los que se encontraban, no debemos olvidarlo, dos ciudadanos españoles: Maya Villalobo e Iván Illarramendi, unas 3500 personas más resultaron heridas de consideración varias y más de 240 fueron secuestradas, de las cuales, en la actualidad, siguen en
manos de los terroristas, más de 130, sin olvidar, que muchas de las mujeres y
niñas asesinadas, primero, fueron brutalmente violadas.
Y, es obvio, que cualquier persona civilizada,
cualquier buena persona, su deseo no es otro, de que se acabe esa guerra,
donde, una vez más, como ha ocurrido y sigue ocurriendo en la historia del
mundo y sus guerras, los más perjudicados, los que pagan los platos rotos, es
la población civil. Pero, también es obvio, que la situación actual, la que se
está viviendo ahora mismo en aquellas tierras, la provocó un grupo terrorista
llamado Hamás, al que poco o nada le importa el destino de sus congéneres
palestinos, a los que utilizan como escudos humanos para, posteriormente,
presentarlos como mártires de esa causa que no es otra que imponer un Estado
musulmán radical gobernado por la Sharía donde las libertades y los derechos
humanos no existen, y tampoco desean un Estado propio en convivencia pacífica
con el Estado de Israel, sino aniquilar literalmente a su país vecino y a todos
sus habitantes, borrarlos de la faz de la tierra.
Así que, todos esos que se manifiestan día sí,
día también, en las calles y en los campus universitarios, e incluso, en un
recinto donde se celebra un concurso musical, como vimos el sábado en los
abucheos del público a la representante israelí en el festival de Eurovisión,
algo absolutamente vergonzoso, como lo es también, todos los ataques
antisemitas que están ocurriendo en distintas partes del mundo, tal vez, se
deberían someter antes a un intensivo curso de Historia, pues, o bien,
desconocen la larga y antiquísima historia de estos pueblos, o simplemente, son
unos indigentes intelectuales absorbidos por esos movimientos ideológicos que
no tienen más base que los dictados de unos poderes interesados en polarizar, dividir y
enfrentar a las sociedades occidentales en pos de intereses muy oscuros y muy
espurios.
Los mismos intereses oscuros y espurios que no
hace tanto tiempo, en el s.XX, unos individuos cuyos nombres quedarán siempre en las
páginas de la ignominia de la historia, cometieron y empujaron a otros a
cometer los más atroces crímenes sobre personas o colectivos considerados
inferiores por formar parte de una religión distinta, sufrir una discapacidad,
tener otro color de piel, abrazar otra ideología política diferente, o amar de
distinta forma, y que, finalmente, desembocó en una guerra sangrienta, terrible
y horrible en la que se vio inmersa más de medio mundo, donde murieron, según cifras oficiales, entre 40 y 50 millones de seres humanos, de los cuales,
más de la mitad fueron civiles, hubo el doble o triple de heridos de muy diferente
consideración, y otros 50 millones de desplazados forzosos o deportados. Me
estoy refiriendo al genocidio nazi y a la Segunda Guerra Mundial.
Porque, ya, pedirles que conozcan, no en
profundidad, sino de manera más genérica, los progromos y las muchas expulsiones
de las comunidades judías conocidas también como diásporas, que tuvieron lugar
en distintos momentos de las edades Antigua, Media y Moderna en reinos
cristianos y musulmanes, sería de un esfuerzo intelectual de tal magnitud que,
jóvenes y no tan jóvenes, acostumbrados a pasar las horas muertas consumiendo y
generando contenido en las redes sociales, anestesiados por modas y corrientes ideológicas preñadas de utopías
imposibles la inmensa mayoría de ellas en un mundo cada vez más
individualizado, aborregado y mantenido por el papá Estado, sería, como decimos
aquí, en España, gracias al riquísimo refranero que poseemos: Pedirle
peras al olmo. Es mucho más cómodo seguir parasitando en la zona de
confort de cada cuál, pensar poco y, aún menos, tener criterio propio.
¿Para qué? Si lo importante es que hemos
llevado a Eurovisión un bodrio de canción titulada Zorra que, por lo visto,
empodera a la mujer, y que, a la vista de los resultados, el cuarto por la cola, ha demostrado que una vez más, hemos hecho el ridículo más espantoso, la Liga de fútbol la ha ganado el Real Madrid para pena y dolor de su más directo rival, el FC Barcelona y los culés, famosas
cada vez más venidas a menos están en guerra con sus hijos varones, quiénes se dedican a vender por un buen monto de euros sus miserias personales con sus progenitoras, Ortega Cano
anuncia su vuelta a los ruedos o sobrinos sinvergüenzas se asocian con delincuentes profesionales del atraco para robar a sus tías
famosas.
Ya estamos entretenidos y, aunque nuestra política sea un nido de
corrupción, encabecemos el ranking europeo en paro juvenil y paro poblacional
general, estemos entre los países con más tasa de pobreza de familias e
infantil, el acceso a la vivienda sea casi, casi, intentar alcanzar el pico del
monte Everest, la delincuencia e inseguridad en las calles se incrementen por
días, la educación se haya convertido en adoctrinamiento y la asistencia
sanitaria en listas de espera interminables, por poner sólo unos ejemplos del
panorama actual de nuestro país, además de que las vacaciones de verano están a la vuelta de la esquina, plantearse que cultivarse intelectualmente
para ser menos maleables, influenciables y manipulables por los poderes
fácticos, algunos, sin duda, no lo incluyeron en esa lista de deseos y cambios
que cada año se supone redactamos mentalmente en la inmensa mayoría de
ocasiones cuando damos la bienvenida al año nuevo tras las 12 uvas.
Así que, con el permiso de todos esos, y
también, de los que conocen y bien, la historia de los pueblos judío y
palestino, voy a publicar en varias entregas, esa historia que debía ser de
obligada enseñanza en los centros educativos, incluidas, esas universidades
donde sus campus se han convertido en una plaza de resistencia en defensa del
pueblo palestino y en la trinchera desde la que atacar al pueblo israelita.
Pero, antes, me gustaría recordarles una conocida frase, aunque, también, es
posible, que la desconozcan: Quién no conoce su historia está condenado a
repetirla.
Una frase atribuida por unos, al poeta y
filósofo estadounidense de origen español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de
Santayana y Borrás, y por otros, al abogado, periodista, político, estadista
argentino y Presidente de Argentina entre 1874 y 1880, Nicolás Avellaneda, y
que, llegaría
a un lugar tristemente conocido por todos: el campo de exterminio de
Auschwitz, donde permanece a día de hoy, a la entrada del bloque número 4. Y, a
esta frase, añado otra de Mark Twain:
La historia no se repite, pero sí rima.
La asignatura de Historia, hoy más que nunca, es necesaria, es imperiosamente indispensable y obligatoria, pero, de manera pormenorizada, amplia, minuciosa y detallada, de lo contrario, la ignorancia aderezada con dosis de fanatismo ideológíco y copioso desconocimiento, una vez más, empujará a la humanidad a destruirse a sí misma.
Voy a empezar con lo que se conoció como Diásporas, las muchas expulsiones de las comunidades judías a lo largo de la Historia en los reinos europeos y musulmanes.
EXPULSIONES DE JUDÍOS
En la Antigua Roma, el emperador
Claudio César y coincidiendo con su noveno año de reinado, ordena la expulsión
de todos los judíos mediante un decreto promulgado a finales del año 49 o
principios del año 50 de nuestra era, un dato histórico recogido por el
biógrafo e historiador romano Suetonio, aunque se han hallado antecedentes que
ya hablan de una expulsión masiva de judíos en el año 139 antes de Cristo.
En el año 616 de nuestra era,
durante el reino visigodo del rey Sisebuto, este decretó la conversión forzosa
al cristianismo de todos los judíos del Reino so pena de expulsión. Medida que
creó dos problemas: el del criptojudaísmo, es decir, la adhesión confidencial
al judaísmo, o lo que es lo mismo, seguir siendo judío, mientras que
públicamente se declaraban ser de otra fe, en este caso, el cristianismo, y las
protestas y oposición por parte de algunos nobles laicos y de ciertos sectores
del clero como Isidoro de Sevilla, obispo, teólogo y erudito de la España visigoda, elevado a la santidad
por la Iglesia Católica y, proclamado, más tarde, Doctor Universal de la
Iglesia.
Con la llegada a la España visigoda de los
imperios bereberes, almorávides y almohades concretamente, la actividad de la comunidad
judía desaparece prácticamente debido a la política religiosa fundamentalista
ejercida por estos pueblos norteafricanos. Pero, es a partir de 1146, cuando
las persecuciones de los almohades hacia los judíos, obligaron a miles de ellos
a huir del Al-Ándalus para refugiarse en las
tierras del norte donde los reyes les dieron todo tipo de facilidades para
quedarse.
En el Reino de Francia, hubo hasta cuatro
expulsiones de judíos. La primera fue con el rey cátaro Felipe Augusto,
conocido como Felipe II de Francia, hijo del rey Luis VII. Una de las primeras
decisiones que tomó poco después de acceder al trono, fue la expulsión de los
judíos en 1182, con el fin de reforzar las casas reales y, durante todo el siglo XIII, los judíos fueron obligados a
abandonar las ciudades francesas y, sólo, algunos años más tarde, les
permitieron regresar. Dos siglos después, en el año 1306, el rey Felipe IV de
Francia decretó una expulsión más organizada, pues necesitaba dinero y llenar
las arcas reales después de la guerra con Flandes, y por ello, obligó a los
judíos a huir, adueñándose así de todos sus propiedades y bienes. El decreto
fue emitido el 21 de julio de 1306, coincidiendo con el día de Tishá BeAv, el día de duelo judío por la
destrucción de los dos Templos en Jerusalén. Un día después, el 22 de julio,
cien mil judíos fueron arrestados y les ordenaron abandonar el país en el plazo
de un mes o deberían enfrentarse a la pena de muerte. Tan sólo se les permitió
llevarse 12 sous (centavos) por
persona, y sus propiedades fueron confiscadas, subastadas y todas las ganancias
pasaron a la corona francesa. Ese decreto del rey Felipe IV fue revertido por
su hijo, el rey Luis X, pero los judíos franceses volvieron ser expulsados en
el año 1322 y en el 1394, antes de comenzar a regresar lentamente durante los
años siguientes.
Eduardo I de Inglaterra, firmó el 18 de junio de 1290, el Edicto de Expulsión de todos los judíos
de Inglaterra, dándoles sólo cuatro meses para abandonar
territorio inglés bajo amenaza de pena de muerte, siendo la primera gran
deportación de personas de confesión hebrea de un país de Europa.
En el año 1421 tuvo lugar en el Archiducado de
Austria por orden del duque Alberto V, la expulsión
de los judíos de Viena, en alemán denominada Gesera de
Viena, Wiener Gesera, el nombre dado
a la destrucción sistemática de las comunidades judías mediante la conversión y
bautismo forzoso de los niños judíos, y la expulsión y la ejecución en la hoguera de 270 personas. Y el 2 de
agosto del año 1669, una patente imperial del
emperador Leopoldo I, ordenaba la expulsión de todos los judíos, poniendo como
fecha límite para la marcha de estos, el 14 de abril de 1670, plazo que se
extendió hasta el 26 de julio de ese mismo año. Los judíos que vivían en las
zonas rurales de la Baja Austria debían abandonar el país antes de la Pascua de
1671.
En 1488, auspiciada por los Sforza, un linaje que alcanzaría
las más altas dignidades de la época, tuvo lugar la expulsión de la comunidad
judía de Parma. Y, dos años después, en 1490, Ludovico Sforza ordenó la
expulsión de los ciudadanos judíos del Ducado de Milán, aunque no se llevó a la
práctica hasta agosto de 1492.
Ese mismo año de 1492 tuvo lugar, sin duda y, gracias a la
leyenda negra que a día de hoy sigue ensombreciendo la brillante e inigualable
historia de España, la más famosa expulsión de judíos de los reinos cristianos,
aunque no fue la primera que tuvo lugar, como han podido comprobar en este
artículo, ni tampoco la más relevante ni sangrante de todas sus predecesoras y
de las que posteriormente le siguieron en diferentes lugares. La expulsión de
los judíos en España fue ordenada por los Reyes Católicos el 31 de marzo de 1492 en
Castilla y en Aragón mediante el Edicto de Granada tras la conquista de esta plaza, del Reino nazarí el 5 de
enero de 1492. Como consecuencia de ello, el último de los reyes musulmanes, Muhammad
XII, conocido como Boabdil o Boabdil el Chico, se retira a las Alpujarras después de casi 800 años de presencia musulmana en la
península ibérica, escribiéndose así, el final de lo que conocemos como la Reconquista. Según el propio decreto, la expulsión tenía la
finalidad de impedir que los judíos siguieran influyendo en los llamados cristianos nuevos, es decir, los conversos al cristianismo, para que estos judaizaran, o lo que es lo mismo, practicaran en la clandestinidad su fe.
El 5 de diciembre de 1496, el rey Manuel I de Portugal, presionado por los Reyes Católicos, firma el
decreto de expulsión de los judíos del país luso y fija como plazo el 31 de
octubre de 1497 como fecha tope para que se conviertan o abandonen el país. Una gran parte de los judíos huyó como pudo,
algunos se convirtieron, pero, una parte importante de ellos, se mantuvo fiel al
judaísmo.
Un año después, en 1498, y también, a causa de la presión de los Reyes
Católicos, el rey Juan III de Albret expulsa a los judíos del Reino de Navarra.
La actitud favorable hacia los judíos que había
caracterizado a los gobernantes lituanos durante generaciones fue cambiada
inesperada y radicalmente por un decreto promulgado por Alejandro I Jagellón, cuarto hijo de Casimiro IV y de Isabel de Hasburgo, en abril de 1495,
mediante el cual, todos los judíos que vivían en Lituania y los territorios
adyacentes, se les ordenó que abandonaran el país. En 1503 ese decreto
fue abolido y los judíos que lo quisieron pudieron regresar.
Mediante la bula papal Hebraeorum gens del 26
de febrero de 1569, el Papa Pío V decretó el
destierro de los judíos que habitaban los Estados Pontificios, acusados
de practicar la adivinación y la nigromancia, eso sí, a excepción de aquellos judíos
que vivían en Roma, Aviñón y Ancona.
OTRAS EXPULSIONES
Provenza año 1500
Margraviato de Brandeburgo
año 1510
Túnez 1535
Reino de Nápoles 1541
Génova 1550 y 1567
Baviera 1554
Orán en 1669 cuando bajo la regencia de Mariana de Austria, los 500 judíos de
lugar fueron deportados a Livorno, Gran Ducado de Toscana en Italia,
por la recomendación del Marqués de los Vélez y del jesuita austríaco y valido
de Mariana de Austria, Juan Everardo Nithard.
Confío en haber sido de ayuda para aquellos
que, desconociendo estos episodios de la historia de Europa, han abrazado sin
cuestionar nada del relato reconvertido en grito de guerra contra el pueblo
judío, el menos culpable de las decisiones políticas de sus gobernantes y, por
supuesto, nada culpable de que un grupo terrorista llamado Hamás desee
continuar con sus planes de borrar de la faz de la Tierra a Israel, perpetuando
así un conflicto, donde, también, el pueblo palestino es víctima.
Para finalizar esta primera entrega, resaltar que siempre he sido y sigo siendo en la actualidad, muy crítica con las políticas sionistas de los diferentes gobiernos israelitas. Pero, insisto en que los grupos terroristas de Hamás y Hezbolá, financiados entre otros por Irán y por las ayudas económicas que reciben de la Unión Europea que deberían destinarse para el desarrollo, progreso y mejoramiento del pueblo palestino, y que, sin embargo, invierten en reforzar su logística armamentística, sus cédulas terroristas y el enriquecimiento personal de sus dirigentes, lo último que desean, es un acuerdo de paz con Israel y la convivencia pacífica de ambos Estados, y sí, la aniquilación absoluta de sus vecinos israelitas, y para ilustrar esta afirmación, comparto alguno de los textos que aparecen en la Carta Fundacional de Hamás, una guía impecable para conocer la ideología que sustenta el grupo terrorista.
En el preámbulo podemos leer:
"Israel existirá y continuará existiendo hasta que el islam lo destruya, tal como destruyó a otros en el pasado".
En el artículo 6 aparece lo siguiente:
"El Movimiento de Resistencia Islámico (Hamás) es un movimiento cuya alianza es con Alá y cuya forma de vida es el islam. Su objetivo es izar el estandarte de Alá sobre cada porción del suelo palestino".
El artículo 7 muestra su fervoroso y entusiasta antisemitismo:
“El Día del Juicio Final no llegará hasta que los musulmanes se enfrenten a los judíos y los maten a todos. Entonces, los judíos se esconderán detrás de las rocas y de los árboles, y las rocas y los árboles gritarán:n ¡Oh, musulmán, hay un judío escondido detrás de mí! ¡Ven y mátalo!”.
El artículo 22 es algo extenso, pero muestra claras evidencias de su inspiración en los libelos, esos escritos donde se denigra e infama a alguien o a un colectivo que, a su vez, alimentaron el Mein Kampf de Adolf Hitler, y que, aglutina todas las falsedades e infundios que distintas tendencias ya inventaron sobre los judíos.
“Los judíos han conspirado contra nosotros durante mucho tiempo y han acumulado grandes riquezas materiales y gran influencia. Con su dinero, tomaron el control de los medios. Con su dinero, provocaron revoluciones en distintas partes del mundo. Estuvieron detrás de la Revolución Francesa, de la Revolución Comunista y de la mayoría de las revoluciones. Con su dinero, crearon organizaciones secretas, tales como los masones, el Rotary Club y el Club de Leones, que se están diseminando por el mundo con el fin de destruir sociedades y llevar a cabo los intereses sionistas. Estuvieron detrás de la Primera Guerra Mundial y crearon la Liga de las Naciones, por medio de la cual podían gobernar el mundo. Estuvieron detrás de la Segunda Guerra Mundial, por medio de la cual lograron enormes ganancias financieras. No hay ninguna guerra en ningún lugar del mundo en la que ellos no intervengan”.
Y aquellos que después de leer esto, sigan creyendo que Hamás se contentará con un Estado palestino independiente que facilite una coexistencia pacífica con Israel deberían leer con atención el artículo 11:
“La tierra de toda Palestina es un ‘waqf’ [posesión sagrada del islam] consagrado para futuras generaciones islámicas hasta el Día del Juicio Final. Nadie puede renunciar a esta tierra ni abandonar ninguna parte de ella”.
Y, en cuanto a los supuestos ideales de un Estado árabe palestino, democrático y pluralista, donde tengan derechos los judíos y los cristianos, se evaporan en el aire como el humo cuando leemos el rotundo, terminante y concluyente artículo 13:
“Palestina es tierra islámica. Esto es un hecho”.
En cuanto a la guerra, se enaltece con vehemente enardecimiento y excitación, tal y como se lee en el artículo 33:
“Las filas se cerrarán, los luchadores se unirán con otros luchadores y las masas de todo el mundo islámico acudirán al llamado del deber proclamando en voz alta: ¡Viva la yihad! Este grito llegará a los cielos y seguirá resonando hasta que se alcance la liberación, los invasores hayan sido derrotados y logremos la victoria de Alá”.
Un artículo donde no queda espacio alguno para cualquier iniciativa de paz que, además, son duramente condenadas en el mismo artículo 13:
“Las iniciativas de paz y las supuestas soluciones pacíficas, así como las conferencias internacionales, se contradicen con los principios de Hamás. Esas conferencias son un inaceptable medio para designar árbitros de las tierras del islam a los infieles. No hay solución sin la yihad. Las iniciativas, las propuestas y las conferencias internacionales de paz son una pérdida de tiempo”.
En el artículo 32, la estigmatización del sionismo se sostiene arraigada en quimeras, en leyendas paranoides del pasado sin base real o histórica alguna:
“La confabulación del sionismo no tiene fin; después de Palestina querrán expandirse desde el Nilo hasta el Éufrates. Cuando hayan terminado de digerir el área sobre la que hayan puesto sus manos, codiciarán más espacio. Su plan ha sido diseñado por los ‘Protocolos de los Sabios de Sión”.
Queda meridianamente claro, que Hamás proyecta su propia ansia de expansión territorial y no sólo sobre Israél, pues aspiran a crear un califato que se extienda desde el Atlántico hasta Indochina, y luego más. De hecho, enseñan en sus escuelas, además de las lecciones del Corán y del amplio adoctrinamiento y actividades militares impartidas a menudo por miembros del ala militar de Hamás, las Brigadas ´Izz Al-Din Al-Qassam, que España pertenece al islam, Al-Ándalus, y que, por tanto, debe ser reconquistada.
En definitiva... La meta, el propósito más ambicioso de Hamás, no es la creación de un Estado palestino y la convivencia pacífica con Israel, sino una victoria universal del islam y de las leyes islámicas, es decir, las leyes de la Sharía.
Nos leemos en la siguiente entrega.
MARÍA BARBANCHO