domingo, 30 de junio de 2013

AIRE, por Marisa Garrido

CARICIAS Y PALABRAS… 

...EL RINCÓN LITERARIO
                  DE MARISA GARRIDO




AIRE
Ya no molesta la dureza de la madera. Llevo meses amoldándola a mi ser. Los primeros días me guardaba para casa los dolores en la espalda y mis entumecidas piernas respiraban al entrar en ella. Recuperaba mis achaques y el día volvía a nacer. Deseaba que llegase la tarde, sentarme y esperar a que sus ventanas tuviesen movimiento. Disfrutaba con el vaivén de las cortinas en las tardes de viento. Imaginaba la corriente llegando a su habitación, su ropa tendida en el suelo y su cuerpo desnudo. Unos pasos hasta el baño y el agua recorriendo sus curvas. Entonces, un libro ocultaba mi apetito. Mi compañero diario, cómplice de mi deseo. Contaba los segundos que restaban a su aparición. Persianas bajadas y en minutos aparecía en el parque. El libro ocupaba su lugar. Las letras aparecían inconexas y las páginas volaban sin lectura, porque ella llegaba.
Aparecía con sus pantalones escasos, sus camisetas apretadas, su perrito mini y su angelical rostro. Los primeros meses el banco fue mi refugio. Mi rincón donde observaba sus movimientos. Perfectos. Tiernos. Calurosos. Se rodeaba de gente. Sonrisas y arrumacos a los canes. Se convirtieron en un asiduo grupo diario. Y yo, degustando sus risas y su voz que se grabó por siempre. Era dulce, suave, tierna. Una voz que podría comerse. No podía dejar de pensar en su imagen, sus curvas, su voz. En ella. En Dalia.
No era amigo de los canes. Y pensé en adquirir uno. Podría acercarme a ella y tener su voz solo para mí. Lo estuve meditando. Y no. Yo era suficiente para estar a su lado. El banco dejó de ser mi refugio y quise pasear con mi libro a su lado. Logré ser miembro de su círculo. Escuchaba con interés sus diálogos. Siempre alrededor de sus mascotas. Siempre ellos y cero de sus vidas. Yo intentaba abrir su mundo y que Dalia me conociese. Me empapé de sus conocimientos y participé en sus tertulias. Empezó a sonreírme. A acariciarme el brazo. A apretar mi mano. Y a atender mis historias. Mis libros. Mi lectura. Mi trabajo. Hablamos de un lugar en mi empresa.  Fantástica idea. Yo trabajaría antes de que el sol despertarse sin esperar un final. Ella llegaría a nuestro hogar pasado el mediodía. Aceptaría a su can. Llegaría a quererle. Todo era poco por su amor. Era perfecta en mi vida. La mujer con la que vivir cada segundo. Mi sueño de cada día.
*Ilustración: Vanesa Ortiz
Y hoy sigo aquí. En el banco. La madera es incómoda. Pero espero a que las persianas se bajen. Que aparezca. La última vez.
Podría acercarme a su grupo y hablarles de Dalia.
Podría hacer eco de sus palabras:
“Jamás pienses que voy a estar contigo…”
“Eres feo...”
“Estúpido…”
“Odio tus gafas…”
“Tus libros…”
Un lugar en tu empresa: mi deseo.
Y lo sabrán. Su círculo. 
Tarde o temprano encontrarán el aire que ella les roba. 




*Autora: Marisa Garrido
*Ilustración: Vanesa Ortiz. 
*Todos los derechos reservados. 
*Queda prohibida toda copia o reproducción.  


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