sábado, 23 de marzo de 2013

CRIATURAS DE LA VIDA


CRIATURAS DE LA VIDA

 

 

Qué soy yo,  

sino una criatura de la vida,  

un ser humano nada más,  

caminando por un sendero de espinas  

gélido y umbrío que parece no tener final.

 

Busco la luz que ilumine esas preguntas,

cuyas respuestas están sumidas

en una silenciosa oscuridad.

  

Y todo cuanto encuentro.

son rostros sin nombre,

rostros con lágrimas en los ojos

y desesperación en la mirada. 

 

Caras y cuerpos rotos por el hambre,

rotos por la enfermedad, 

desgarrados en el abatimiento,

y sumidos en el desaliento.   

 

Caras y cuerpos sin nombres 

que al poco se olvidan

pues no dejan de ser sólo 

una noticia más 

que al rato se olvidarán.

 

Y para mi asombro contemplo,  

que el mundo sigue girando sin más.   

Prosiguiendo su curso

sin preocuparse del profundo dolor

que aflige a la humanidad.

 

Olvidan que también son humanos,

que te mate el hambre, una epidemia,  

o la bomba de una guerra, 

solo es un juego del azar,   

un regalo de la vida nada más,  

pues todo depende,

de que el lugar donde nazcas,

esté marcado por la fortuna o la fatalidad.

 

Y también olvidamos 

que el infortunio, la desdicha y la adversidad,

 por desgracia, es sólo patrimonio de los débiles,  

pues los poderosos no pierden jamás,

y que la desolación del mundo es su mejor baza,   

con la que negocian y comercian sin impunidad. 

 

Son traficantes de destinos,

saqueadores de ilusiones y futuros,   

ladrones de esperanzas,   

bandidos despiadados

sin escrúpulos ni dignidad.

 

Forajidos de esta nueva era,   

  a los que el dolor ajeno no les inmuta.  

Son gajes del oficio, naturalmente.

Un simple y lógico “daño colateral” más.

 

En esta nueva guerra del s. XXI,   

una guerra silenciosa,  

una guerra mucho más letal.

Una guerra sin ideología política,   

una guerra sin un Dios que alzar a un altar. 

 

Estos nuevos Generales

de esta nueva guerra sin igual,  

las medallas que lucen en sus casacas  

no les han sido otorgadas por su heroicidad.

 

Sus batallas no las libran en campo abierto,

las libran en modernos y cómodos despachos  

rodeados del más ostentoso lujo,

protegidos con la máxima seguridad. 

 

Y en esos nuevos cuarteles

de esta nueva era,

se reparten las riquezas del mundo,   

aplicando aquello de:

“quién reparte se lleva la mejor parte”.

 

Prosiguen engrosando sus patrimonios

y sus cuentas corrientes,

prosiguen ahogando al más débil,   

aplastando al menos fuerte.   

 

Más de medio mundo se muere de hambre, 

o asesinados por ejércitos, armas

y bombas cada vez más letales, 

y el otro medio mundo 

mira para otra parte. 

  

Y cada vez 

son más los pobres,   

y cada vez

son más grandes 

las diferencias de clases.

  

Y nosotros, 

criaturas de la vida,   

criaturas frágiles y vulnerables,  

debemos seguir luchando,  

sin rendirnos, sin callarnos.

  

Apostando por un mundo distinto,   

un mundo mejor 

que dejar a nuestros hijos.

   

Un mundo donde todos y todas,  

tengamos las mismas oportunidades.

 

Un mundo justo de verdad,  

donde nuestras vidas no dependan

de unos cuantos mangantes. 

 


Autora: María Barbancho.

Todos los derechos reservados.

Texto protegido y registrado en el Registro de la Propiedad Intelectual de Barcelona. 

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