CARICIAS Y PALABRAS…
…EL RINCÓN LITERARIO
DE MARISA GARRIDO
¿Y MAÑANA…?
Hoy
olía a canela. Me fascinaba ese aroma. Siempre me había preguntado como sabría.
Curioso que ningún postre o plato en los que estaba presente me agradase y que
mi inquietud tuviese un camino tan corto. Me situé donde siempre, al final de
la barra rozando el cartel de “reservado
camareros” El rincón donde le gustaba reposar y esconderse un minuto de los
clientes y donde yo observaba entre los sorbos de mi cubata, sus ardientes
curvas y angelical rostro. Antes de que comenzase su actividad siempre se me
antojaba pedirle más bebida. Acumulaba el alcohol aguado, que recogía cuando
acudía a nuestro rincón. Era mi momento. Nuestro momento. Me miraba cómplice y me servía otra copa.
Apenas me hablaba. Jamás me pronunció su nombre. Escuché que se llamaba Selena.
Nombre de guerra, seguro. A mí me gustaba Sonia y así quise nombrarla.
Los
fines de semana, tenía una cita imposible de eludir. Mi economía se
perjudicaba, mis amigos habían dejado de serlo y mi casa, nadaba en basura.
Pero con cada roce de sus manos, sirviéndome mi copa, ella me regalaba sus
labios, su sonrisa, y su corazón. Y yo
regaba mi vida con eternos instantes a su lado, imaginándonos en una casa
grande, alejada de la ciudad donde fuese sólo mía. Le buscaría un trabajo
cómodo. Quizás en casa. No convenía que se intoxicase con las banalidades de la
gente. Ya
lo hacía cada día. Parecía estar de acuerdo con su labor, pero yo sabía que era
solo eso. Un empleo con el que subsistir. A mi lado esa palabra no existiría
para ella. Cada noche apuraba las horas y me marchaba cuando el local se había
despejado. Era entonces cuando disfrutaba de su presencia. Me embelesaban sus
paseos a las mesas, su destreza con la bandeja y su buen hacer con los
clientes. Ninguno se merecía su sonrisa. No, cuando no veían más allá de su camisa
desabrochada y vaquero ajustado. Entendía sus deseos. Cualquier hombre lo
haría. Yo también lo sentía y estaba victorioso por haber descubierto más de
ella.
Había
comenzado a llover...
*Imágen cedida por Silvia Art'disoni
...Pensé acercarla a casa en mi coche. Era mi deber. Salió
cubriéndose la cabeza y la llamé refugiado en un portal. Se sorprendió. Dudó en
venir, pero segundos después mis labios probaban el sabor a canela y mis manos
traspasaban su ropa. Estaba ansioso y mi ardor de meses iba a saciarse. Nuestro
placer no tardó en llegar y Sonia comenzó a vestirse deprisa.
—Tengo
que marcharme. Mi novio no tardará.
Muy
cerca, un coche esperaba con las luces encendidas y ella salió a escondidas
dejándome un amargo sabor a canela.
*Autora: Marisa Garrido
*Texto protegido por la Ley Intelectual, todos los derechos protegidos.
*Imágenes cedidas por las autoras única y exclusivamente para esta Entrada,
quedando prohibida cualquier copia o reproducción.
Un placer,como siempre, leer a Marisa,un sentimiento,un instante,un relato...Una escritura dulce y delicada.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, Luisa.
ResponderEliminarUn beso enorme,
Marisa